Samuráis y contagio emocional

Cuenta la leyenda que Miyamoto Musashi mató a uno de sus adversarios tras tallar una espada de madera. Con la madera del remo del bote en el que navegaba hacia la playa donde se celebraba el duelo.

Pero la historia de Musashi comienza muchos años antes y su legado permanece hasta hoy. Algunas de sus enseñanzas se adelantaron 400 años a descubrimientos en los campos de la sociología y la neurología.

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  • Japón, año 1596, al filo del siglo XVII. En Hirafuku, un pequeño pueblo rural situado al Oeste de Kyoto, la vida transcurría tranquila y apacible.

    Hasta la llegada de un samurai llamado Arima Kihei.

    Kihei era un maestro de la escuela de guerreros Shinto Ryu. Se dedicaba a viajar por Japón buscando contrincantes con los que batirse en duelo, algo muy habitual en aquella época. Para los samurais era una manera de mejorar su habilidad con la espada... y de ganar fama.

    Tras unas cuantas victorias, Kihei, estaba embriagado por una sed de poder que no era capaz de calmar con sake. Su cuerpo le pedía sangre, la de un oponente, y su mente riqueza, la del shogun.

    Así que cuelga un cartel en la calle principal del pueblo, retando públicamente a cualquiera que quisiera enfrentarse a él en duelo.

    Mientras tanto, un joven estudiante de artes marciales caminaba de vuelta a casa tras su clase de caligrafía. Al pasar por delante del provocador cartel de Kihei no duda en desenfundar su pincel. La tinta, aún fresca, se desliza firme pero sinuosa por el papel, y escribe:

    "Miyamoto Musashi luchará contigo mañana".

    La madrugada llega rápido y la gente del pueblo, ansiosa por salir de la rutina, comienza a reunirse en la calle con los primeros rayos de sol.

    El combate está a punto de empezar.

    Musashi, con una humilde espada de madera a un lado. Kihei con una espada corta, una wakizashi, al otro.

    Pero el tío de Musashi, llamado Dorin, entra en escena. Desesperado por proteger a su joven sobrino, pide que paren el duelo.

    Ante ello, Kihei, altivo y arrogante, dice que la única manera de recuperar su honor es que Musashi se arrodille y le pida disculpas.

    Dorin se tira al suelo, suplicando, pero Musashi, inmutable, se abalanza sobre Kihei con su espada de madera, tirándolo al suelo. El samurai intenta desesperadamente defenderse con su wakizashi pero recibe un golpe entre los ojos. Y otro, y otro, y otro... hasta la muerte.

    La leyenda de Miyamoto Musashi, de tan sólo 13 años, no hacía más que comenzar.

    "I have trained in the way of strategy since my youth, and at the age of thirteen I fought a duel for the first time. My opponent was called Arima Kihei, a sword adept of the Shinto ryū, and I defeated him. At the age of sixteen I defeated a powerful adept by the name of Tadashima Akiyama, who came from Tajima Province. At the age of twenty-one I went up to Kyōtō and fought duels with several adepts of the sword from famous schools, but I never lost."

    — Miyamoto Musashi, Go Rin No Sho

    En total se enfrentaría unos 60 guerreros en duelo, saliendo victorioso de todos ellos. Además participaría en numerosas guerras. Poco a poco gana reconocimiento y una fama que trascendería lo bélico. Con los años acabaría codeándose con intelectuales y artistas, convirtiéndose en uno de ellos.

    Es hacia el final de su vida cuando decide recopilar una parte de su conocimiento en el Libro de los 5 anillos (Go rin no sho). De este modo, una vez muerto, sus discípulos podrían continuar profundizando en el aprendizaje de lo que él denomina El Camino.

    Sus enseñazas no tratan de forjar un guerrero especializado en un tipo de arma, técnica o estilo. Él consideraba que eso eran limitaciones que sólo servían para dar publicidad a las escuelas de esgrima.

    Para él lo realmente importante era convertirse en un guerrero implacable y multidisciplinar con un único objetivo: vencer en combate.

    Estos pensamientos los deja por escrito en los rollos que forman el libro de los 5 anillos: el manuscrito de la Tierra, el del Agua, el Fuego, el Viento y el Vacío.

    Cada uno trata un tema específico, de lo más práctico como técnicas con la espada a lo más abstracto como pueden ser los estados mentales:

    "El agua se adapta a la forma, ya angulada, ya redonda, de su recipiente, y puede convertirse en gota o en mar."

    Estas palabras parecen haber influido poderosamente en Bruce Lee.

    "Empty your mind. Be formless. Shapeless. Like Water. You put water into a bottle, it becomes the bottle. You put water into a teapot, it becomes the teapot. Water can flow, or it can crash. Be water my friend."

    Curiosamente es en el Manuscrito del Fuego donde no trata técnicas con la espada, sino psicológicas...

    y emocionales.

    "Atraer a tu adversario

    Ser atraído es algo común a todas las cosas. Tener sueño es algo contagioso, y los bostezos y cosas parecidas también lo son. Y el tiempo es contagioso. En las situaciones marciales a gran escala, cuando tus oponentes se muestran nerviosos y agitados, deberías dar la apariencia de no estar afectado en absoluto por ello, y moverte además con mayor tranquilidad. Tus oponentes se verán entonces influidos por tus acciones y mostrarán entonces señales de relajamiento. Cuando creas que han caído en esto, atácales rápida y vigorosamente desde la mente del vacío y obtendrás la victoria.

    Incluso en situaciones marciales a escala individual, si actúas lentamente con tu cuerpo y con tu mente, y luego aprovechas el momento en el que tu oponente se ha relajado, puedes tomar la iniciativa con fuerza y rápidamente, y derrotarle. Este punto es importante.

    Es más, hay algo que refleja esto y que se denomina "emborracharlos". Otras son las actitudes de aburrimiento, nervios y debilitamiento. Deberías practicar esto con asiduidad."

    Musashi entendió que sus oponentes reflejaban sus emociones: el contagio emocional se producía a través de un proceso de mímesis.

    El contagio emocional es parte de lo que se denomina actualmente "contagio social": la transmisión espontánea de comportamientos, emociones e incluso ideas. Y este proceso no se produce sólo en el cara a cara en espacios físicos, como un cine. Sino que también lo hace en espacios digitales, como una red social o una videoconferencia.

    El término "contagio social" fue utilizado por primera vez en 1939 por Herbert Blumer en un documento sobre comportamiento colectivo donde ponía como ejemplo un suceso de la edad media: la coreomanía, llamada popularmente, el baile de San Vito. Como su nombre indica, consiste en mucha gente bailando, sin parar. Hasta el agotamiento.

    Como los Mevleví o Derviches giradores en la ceremonia de la Sama.

    En 1993 los psicólogos Elaine Hatfield, John Cacioppo y Richar Rapson teorizan sobre el contagio emocional como un proceso en dos pasos:

    Primero, imitamos de forma inconsciente a la otra persona. Si alguien te sonríe, le devuelves una sonrisa, si alguien aplaude en un auditorio, otras personas se sumarán a ese aplauso.

    Después, nuestra memoria emocional hace que nos adaptemos a las señales no verbales que hemos replicado. Por ejemplo, sonreír nos hace relajar los músculos de la cara, por lo que, al hacerlo, nuestro cerebro entiende que estamos teniendo un momento de alegría e interpreta esa emoción como algo real.

    Como dice Don Norman en su libro Emotional Design:

    "Emotions are judgmental, and prepare the body accordingly."

    Este proceso de mímesis hace que terminemos por sincronizarnos emocionalmente.

    Y puede que la explicación la tenga la neurología.

    Fue en lo años 80 y 90, cuando un grupo de neurólogos de la Universidad de Parma descubrieron en monos y pájaros la existencia de un tipo específico de neuronas: las neuronas espejo. La cuales se activan cuando estos animales copian el comportamiento que ven en otros de su especie. Sin embargo, aún no está claro el papel que tienen las neuronas espejo en el comportamiento humano. Se cree que son parte fundamental a la hora de entender las intenciones de otras personas, que funcionan como facilitadoras del aprendizaje y de la compresión del lenguaje... y también que en ellas reside la empatía.

    Estos estudios parecen confirmar lo que ya intuía el filósofo David Hume sobre la empatía en el siglo XVIII:

    "The minds of men are mirrors to one another."

    El contagio social tiene varias maneras de propagarse.

    Hay de tipo desinhibitorio, como el que se produce cuando una persona está predispuesta a sumarse a una emoción, comportamiento o idea pero no lo había hecho antes por no transgredir las normas sociales. Como cuando alguien enciende un cigarro en una discoteca después de ver a varias personas fumando.

    Otras veces funciona como un eco: la persona imita de forma espontánea a alguien o a un grupo para confluir. Alguien que aplaude en un evento tras ver a los demás hacerlo.

    También existe el contagio histérico, que es aquel que se produce cuando nos dejamos llevar por una emoción que no nos resulta deseable o atractiva, pero nos vemos arrastrados a ella irremediablemente. En el entorno empresarial este tipo es especialmente perjudicial. ¿Quién no conoce el caso de una persona tóxica que lastra al resto de compañeros?

    Dentro de estos tipos es importante también distinguir el nivel de exposición que necesita el sujeto para contagiarse. Hay emociones más espontáneas y directas y otras que requieren de un hábito o repetición para anclarse en la persona.

    En cierto modo es como la radio fórmula: se consigue que una canción le guste a los oyentes a base de repetirla una y otra vez.

    Pero el contagio social no se limita sólo a emociones o comportamientos tan aparentemente básicos, sino que su alcance es mucho más amplio.

    Richard Dawkins, publica en 1976 The Selfish Gene, en el que menciona por primera vez la palabra meme.

    Dawkins plantea que un meme es una idea o un comportamiento que se contagia por mímesis entre individuos, alcanzando a extenderse entre poblaciones e incluso países. El meme se convierte en una pieza fundamental a la hora de difundir la cultura de una población. Y, cuanto más infeccioso sea el meme, mayor será la influencia cultural ejercida sobre otras poblaciones.

    Por tanto, el contagio social no se limita a algo tan sencillo como replicar una sonrisa o un aplauso. Sino que es un componente fundamental de nuestra evolución cultural.

    Y otro componente fundamental de nuestra evolución cultural es Internet, que se ha convertido en el corazón de gran parte de nuestras interacciones sociales. ¿Cómo se produce el contagio en el ámbito digital?

    Nathan Hodas y Kristina Lerman del Instituto de Ciencias de la información de California, estudian estos procesos de la misma manera que una enfermedad física:

    "Cada exposición de una persona sana a un amigo infectado hace que exista una posibilidad de que se transmita la información. Por lo tanto, la probabilidad de que un individuo sano se infecte se incrementa con el número de exposiciones que experimenta, causando una pandemia global que involucra a una fracción sustancial de la población."

    "Sin embargo, sorprendentemente, al medir cómo responden las personas al uso que hacen sus amigos de determinados memes o recomendaciones de artículos de noticias, la exposición repetida aumenta inicialmente la probabilidad de infección, pero finalmente el alto nivel de reiteración acaba ejerciendo un efecto inhibidor."

    "En una forma compleja de contagio, la probabilidad de adoptar un comportamiento, o una idea, varía con el grado de exposición, lo que sugiere que los fenómenos sociales pueden impulsar la respuesta e interactuar de forma no trivial con la estructura de la red."

    Plantean entonces que, como es lógico, a mayor exposición, más posibilidad de contagiarse. Por lo tanto, los usuarios que más tiempo están conectados se infectarán antes, convirtiéndose en los principales vectores de transmisión. Siempre y cuando no se llegue al punto de saturación, en el que se generarían una especie de anticuerpos emocionales.

    Similar a cuando en los informativos repiten una noticia constantemente y acabamos por mostrarnos anestesiados e insensibles a ella.

    Hodas y Lerman, plantean también diferencias importantes y sorprendentes entre la transmisión de una enfermedad y el contagio social en entornos virtuales.

    En el mundo físico las personas con más contactos tienen más probabilidades de contraer una enfermedad. Sin embargo, en el virtual, una persona está expuesta a una enorme cantidad de información proveniente de múltiples fuentes (amigos, perfiles de Instagram, TikTok, etc.). En este contexto de sobreinformación los usuarios que más se conectan tienen menos probabilidades de fijar su atención en una información concreta y, por lo tanto, necesitan señales más fuertes para contagiarse.

    Es decir, en un usuario con sobredosis de información, una idea necesitará muchas más repeticiones para que se produzca el contagio.

    Hodas y Lerman también plantean que acciones como navegar una web o leer tweets consumen energía y capacidad de atención. Esto reduce nuestras capacidades cognitivas, así que tendemos a priorizar aquello que produce una respuesta social.

    Por tanto, la carga cognitiva limita la forma en la que intercambiamos ideas y emociones en entornos digitales.

    En sus propias palabras:

    "El contagio social dependerá en gran medida de la retroalimentación social explícita y de la interfaz de usuario."

    Es decir, que diseñando una interfaz con menor carga cognitiva y un feedback social controlado permitiremos que el usuario pueda destinar más energía a contagiarse con la información recibida.

    Como diría Miyamoto Musashi:

    "Esto debe ser investigado con atención."


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