Diseño, emociones y belleza

BSO: Tobimasu de Hako Yamakasi

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“But then I thought, "Oh, simplicity. What would that be like on a beach? What if the sky was 41 percent gray? Wouldn't that be the perfect sky?" I mean that simplicity sky. But in reality, the sky looked like this. It was a beautiful, complex sky.

You know, with the pinks and blues. We can't help but love complexity. We're human beings: we love complex things. We love relationships -- very complex. So we love this kind of stuff”.

– John Maeda, Designing for simplicity, TED2007


Un cielo gris al 41%

En el año 2006 John Maeda publica Las leyes de la simplicidad, un pequeño libro en el que establece 10 pautas para reducir la complejidad de las cosas. Sean objetos o procesos.

Si bien, pese a lo que podría parecer por el título, Maeda no es en absoluto dogmático y asume lo complejo como parte de nuestras vidas. Como por ejemplo en el capítulo 9:

“Law 9 / Failure: Some things can never be made simple”.

En ese fragmento no habla de cielos, pero sí de flores:

“Concentrate on the deep beauty of a flower. Notice the many thin, delicate strands that emanate from the center and the sublime gradations of hue that occur even in the simplest white blossom. Complexity can be beautiful.”

Sin embargo parece que algunos diseñadores (incluyo aquí también a arquitectos, ingenieros y profesiones afines) caen atrapados por la trampa de la simplicidad. Transformándola en un ansia minimalista que pretende eliminar cualquier emoción del objeto/proceso diseñado.

¿Por qué asumimos como “mejor diseñado” aquello que es sobrio, austero y carente de sentimiento?

Tal vez porque sentimos lo racional como una cualidad única de los humanos. Una capacidad que nos eleva intelectualmente y nos distancia de los animales: cuanto más queremos alejarnos de ellos, más nos empeñamos en darle protagonismo a la razón, infravalorando lo emocional.

Es el control de los sentimientos lo que permite que no caigamos víctimas de nuestras pulsiones. De la parte visceral que todas las personas compartimos, sea cual sea nuestro origen. Y que, a pesar de todo, como demuestra Dan Ariely en Predictably Irrational, aprovecha cualquier fisura para ganar la partida. Aunque esa victoria sobre lo racional sea fruto de un par de cervezas.

Pero también son las emociones lo que nos hace humanos. Nuestra paleta emocional es muchísimo más rica que la de los animales. Un perro, un conejo, un ratón… sienten felicidad, miedo, rabia… pero no alcanzan a tener la complejidad y sutilezas de todas las emociones que nosotros experimentamos.

De hecho, la séptima ley que plantea Maeda es:

“LAW 7 / Emotion: More emotions are better than less.”

Entonces, ¿por qué insistimos en eliminarlas del objeto diseñado?

“De igual modo, la estructura que cobija La Anunciación fue de las primeras en seguir la recomendación dada en 1425 por Brunelleschi para los retablos de San Lorenzo, que debían ser cuadrados y sin adornos.”

– Miguel Falomir, Pintura italiana del Renacimiento: guía, Museo del Prado

Hace cientos miles de años ya establecíamos normas para racionalizar el “diseño”. Hoy en día la complejidad ha aumentado, al igual que las razones para justificar nuestras decisiones: retículas, procesos cognitivos, estudios de mercado, psicológicos, sociológicos… Lo cual, en parte, traslada el poder de decisión de los diseñadores a la información y a los datos recolectados: este botón tiene que ser rojo #f51406 y no #dd2222 porque consigue más clics.

No me imagino a Fra Angelico eligiendo la apacible paleta de color (apacible menos ese AZUL, que parece anticipar el azul Klein) de La Anunciación en base a estudios psicológicos y haciendo tests A/B para decidir si utiliza pan de oro o no. Emoción, intuición y oficio eran sus compañeros en la búsqueda de la belleza. Su belleza.

Lo objetivo frente a lo subjetivo, lo funcional frente a lo bello.


Un buen instrumento

Como dice Don Norman en Emotional Design, un gran diseñador es aquel que crea experiencias placenteras. Lo ejemplifica con las sensaciones que produce un coche, sus acabados, la aceleración… según él la experiencia es crítica ya que determina la profundidad con la que la gente recuerda sus interacciones.

Cuanto mayor sea la carga emocional de una experiencia más memorable será: “more emotions are better than less”.

Norman continúa explicando como las personas conectamos emocionalmente con los objetos del día a día. Estas conexiones son complejas y afectan con diferentes resultados a la experiencia con el producto. Además son, por decirlo de alguna manera, bilaterales.

Si la persona está previamente estresada o si el producto la tensiona, producirá en ella mayor concentración: más foco, menos creatividad… generando en ocasiones una especie de efecto túnel. Como en los momentos de frustración en el que repetimos insistentemente los mismos pasos pensando que vamos a obtener resultados diferentes.

Esto no necesariamente es negativo, a veces es necesario recurrir a un diseño que provoque ese tipo de emoción. Por ejemplo, un sonido estridente lo percibimos como un aviso de peligro: nos tensiona y nos predispone a actuar. De este modo podemos calibrar el estrés que generamos con ese sonido según sea para notificar que nos han dado un like o para avisar a un ingeniero de que un reactor nuclear se está sobrecalentando.

Al contrario, un producto que establece una conexión positiva produce un “subidón” cognitivo que hace que sea más fácil utilizarlo. Una persona feliz generará soluciones más creativas al tener problemas con una interfaz. Si la belleza nos predispone a sentirnos bien, aumentando nuestra felicidad, crear interfaces bellas tal vez sea una forma de reducir la brecha digital que sufren las personas mayores.

Más belleza. Más emociones.

Es necesario entender el contexto emocional de los usuarios las personas, pero también lo es el saber crearlo y modificarlo.

Recuerdo a mi antiguo profesor de bajo, hablándome hace 20 años de la importancia de tener un buen instrumento. No tanto por la obvia diferencia de calidad, sino por la relación emocional que estableces con él. Una relación que te hace tocar mejor.

Esa conexión funciona como un generador de emociones que mejoran las habilidades cognitivas de quien lo utiliza. Y, sin duda, la belleza es un potente catalizador emocional.

Además las cosas bellas nos engañan, haciendo que las percibamos de más calidad de lo que realmente son.

Es difícil definir la belleza para poder aplicarla a lo que diseñamos. ¿Cuál es el ingrediente necesario para que algo sea bello y aprovecharlo a nuestro favor?

¿Se puede definir lo bello?


“No te pregunta qué es bello, sino qué es lo bello".

Platón se lanza a la búsqueda de una definición de lo bello en su Hipias Mayor. En el texto se personifica en Sócrates e inicia una discusión con Hipias. A pesar de la sorna y el desprecio con el que lo trata se podría calificar más de una relación de indagación que de enfrentamiento.

Durante la conversación se van sucediendo diferentes ideas de lo bello… para enseguida rebatirlas y descartarlas.

Dice Hipias:

“Sócrates, tú no examinas el conjunto de las cosas, ni tampoco esos con los que tú acostumbras a dialogar; aisláis lo bello o cualquier otra cosa y os echáis sobre ello haciendo en las conversaciones una obra despedazadora.”

Durante el diálogo Sócrates propone tres respuestas a qué es lo bello:

  1. Bello es lo que es apropiado

  2. Bello es lo que es útil

  3. Bello es lo que da placer a vista y oídos

No sé si estas tres características lo definen. Pero apropiado, útil y placentero me parecen cualidades propias de un buen producto. Sea digital o no.

Sócrates cierra el Hipias Mayor con un proverbio: “Lo bello es difícil”.


Una buena parte del Programa de Diseño de Interacción del Instituto Tramontana se sostiene en plantear preguntas. Probablemente tantas o más que respuestas.

Una de ellas:

¿Es la belleza algo inherente al objeto o está en la mirada del que lo observa?

En su momento estaba totalmente convencido de que la belleza está en la mirada del que lo observa. Pero después de mi última visita al Museo del Prado ya no lo tengo tan claro. Los rojos utilizados en las pinturas clásicas y el azul de La Anunciación me hicieron dudar. ¿Cómo alguien podría no percibir esa belleza?

Por otra parte, si existen emociones viscerales que todos compartimos, ¿no es posible que también exista un sentimiento común hacia lo bello?

Como dice Sócrates en el Hipias Mayor:

“De mí, según parece, se ha apoderado un extraño destino y voy errando siempre en continua incertidumbre”.

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Ésta es una reflexión extendida sobre un (muy breve) párrafo que escribí para el documento Rumbo a 2030 de Visual MS en el que se define la visión de la empresa para los próximos años.

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Referencias

John Maeda

Laws of simplicity

Designing for simplicity, TED 2007

Azul Klein

Don Norman

Emotional Design

The Design of Everyday Objects

Platón

Hipias Mayor

La Anunciación en el Museo del Prado

Dan Ariely

Predictably Irrational

Curso de Diseño Verbal y Programa de Diseño de Interacción del Instituto Tramontana

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